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De la comunicación a los «colaboratorios»

Jane M. Russell

La revolución de las tecnologías de la información no ha restado importancia a la tarea intelectual de generar materiales en la ciencia, la tecnología y la medicina. Sin embargo, la fusión de la informática y la comunicación electrónica posee el potencial para aumentar la productividad y la eficacia de la investigación (National Research Council. Committee towards a National Collaboratory: Establishing the User-Developer Partnership 1993). En general, los científicos abordan problemas cada vez más complejos de carácter fundamentalmente interdisciplinario que es necesario investigar con equipos de especialistas, cada uno aportando al ejercicio colectivo sus propios conocimientos, contactos, información y datos.
La posibilidad de los científicos de comunicarse entre continentes ha propiciado un aumento de la colaboración en los esfuerzos de investigación y de la labor académica a nivel global, con una mayor movilidad de investigadores y académicos. El enorme aumento hacia finales del siglo XX del número de artículos en colaboración es un indicador de esta situación. De 1981 a 1995, el número de artículos con más de un autor aumentó en un 80% y el número de artículos basados en la colaboración internacional aumentó en 200%, mientras que el total del aumento de la producción de artículos fue de 20%. Estas tendencias han afectado a todos los campos (National Science Board 1998). La colaboración entre colegas es un desafío para la comunidad científica.
A pesar de que la sola tecnología no obligará a cooperar a quienes no estén dispuestos, puede proporcionar el entorno necesario para facilitar la colaboración y la comunicación.
La palabra «colaboratorio», fusión de «colaboración» y «laboratorio», ha sido acuñada para definir la combinación de tecnología, instrumentos e infraestructura que permite a los científicos trabajar con instalaciones remotas y con otros colegas como si estuvieran situados en el mismo lugar y con una comunicación de interfase eficaz (Glasner 1996). Estos «centros sin paredes” están relacionados con un nuevo paradigma en la práctica de la ciencia que permite a los investigadores de cualquier campo tener fácil acceso a personas, datos, instrumentos y resultados una especie de laboratorio de investigación virtual. Los colaboratorios propician un delicado equilibrio que reconoce las diferencias disciplinarias y, a la vez, trabaja en aras de un objetivo de investigación común. De esta manera, funcionan como puentes para zanjar las brechas entre las disciplinas. También proporciona un excelente mecanismo para aprovechar complejas tecnologías informáticas y de trabajo en redes para ampliar las fronteras científicas, especialmente en campos donde se realiza investigación de punta como la oceanografía, la física espacial y la biología molecular (North Carolina Board of Science and Technology/National Research Council 1999).

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